La traducción al español de la obra de Richard Tarnas Cosmos and Psyche omitió, por error, los tres primeros párrafos del capítulo segundo. En ellos se contiene la famosa parábola de los dos pretendientes, usada por Tarnas para ilustrar la diferencia entre dos modos distintos de investigar el universo que nos envuelve y contiene. El texto que sigue es mi propia traducción de esa parte del libro inédita en castellano.
Dos pretendientes: Una parábola
Imagine, por un momento, que usted es el universo. Pero para los propósitos de este experimento mental, vamos a imaginar que usted es no el desencantado universo mecanicista de la moderna cosmología convencional, sino más bien un sutilmente misterioso cosmos dotado de un alma profunda, gran belleza espiritual y creativa inteligencia. E imagine que usted es abordado por dos epistemologías diferentes –dos pretendientes, como si dijéramos, que tratan de conocerle. ¿A quién revelaría usted sus secretos más profundos? ¿A qué requerimiento desvelaría más probablemente su auténtica naturaleza? ¿Podría abrirse más profundamente al pretendiente –la epistemología, el método de conocimiento – que se dirigió a usted como si usted fuera esencialmente carente de inteligencia y propósito, como si usted no tuviera una dimensión interior que expresar, ni capacidad o valor espiritual; quien, por tanto, le consideró fundamentalmente inferior a sí mismo (vamos a dar a los dos pretendientes, de modo no totalmente arbitrario, el tradicional género masculino); quien se relacionó con usted como si su existencia fuera valiosa principalmente en la medida en que él podría progresar y explotar sus recursos para satisfacer sus variadas necesidades; y cuya motivación para conocerle estaba guiada fundamentalmente por un deseo de incrementar su competencia intelectual, su poder de predicción, y su eficiente control sobre usted para su propio enriquecimiento?
¿O usted, el cosmos, se abriría más profundamente a aquel pretendiente que le ve como al menos tan inteligente y noble, tan digno, tan impregnado de mente y alma, tan imbuido con aspiraciones y propósitos morales, tan dotado de profundidad y misterio como él mismo? Este pretendiente no busca conocerle para explotarle mejor sino más bien para unirse con usted y así producir algo nuevo, una síntesis creativa emergente de las profundidades de ambos. Desea liberar lo que ha quedado oculto por la separación entre conocedor y conocido. Su principal objetivo de conocimiento no es incrementar su competencia, poder de predicción y control, sino una participación más intensamente receptiva y enriquecedora en un proceso de creación en común de nuevas realidades. Él busca una realización intelectual que está íntimamente ligada con la visión imaginativa, la transformación moral, la comprensión empática y el placer estético. Su acto de conocimiento es esencialmente un acto de amor y de inteligencia combinados, de admiración así como de discernimiento, de apertura a un proceso de descubrimiento mutuo. ¿A quién es más probable que le revele sus profujndas verdades?
Esto no quiere decir que usted, el universo, no revelaría nada al primer pretendiente, bajo la coacción de su enfoque objetivo y desencantado. Ese pretendiente sin duda obtendría una cierta “realidad”, filtrada y organizada, que, consideraría naturalmente como conocimiento auténtico del universo real: conocimiento objetivo, "los hechos", en comparación con las ilusiones subjetivas de todos los demás enfoques. Sin embargo podríamos permitirnos dudar hasta qué punto este enfoque podría ser capaz de proporcionar una profunda verdad, una reflexión válida de la íntima realidad del universo. Ese conocimiento podría resultar profundamente engañoso. Y si esta visión desencantada fuera elevada a la categoría de única visión legítima de la naturaleza del cosmos sostenida por toda una civilización, entonces una pérdida incalculable, un empobrecimiento, una trágica deformación, una aflicción sería finalmente padecida por ambos, conocedor y conocido.
Richard Tarnas, Cosmos and Psyche, pp. 39-40.
( Two Suitors. A Parable )
© 2006, Richard Tarnas, por el original en inglés
© 2009, Julián García Vara, por la presente traducción.
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