La "Nueva Era"
Hay una conciencia generalizada de que estamos viviendo un período de profundos cambios en la historia de la Humanidad, con una doble faz. Por un lado se celebran los grandes avances científicos, tecnológicos, sanitarios, políticos y sociales. Por otro lado asistimos a un deterioro sin precedentes del medio ambiente, a un incremento y sofisticación del poder destructivo de la industria armamentística y a la profundización de las desigualdades en la distribución de la riqueza. Las convicciones morales y religiosas de antaño han entrado en crísis en grandes capas de la población que, desorientadas, buscan una alternativa. Se ha mezclado así el temor al desplome de la civilización tal como la hemos conocido hasta ahora con el deseo del advenimiento de un tiempo nuevo, una era de luz, de justicia, de colaboración, de concordia, de libertad, de belleza, de limpieza de sentimientos, de respeto por el medio ambiente...un nuevo paraíso terrenal. Así ha surgido uno de los grandes mitos de nuestro tiempo: la "Nueva Era", respaldado por el anuncio de los astrólogos del siglo XX de la inminente llegada de la "Era de Acuario". ¿Pero está realmente justificado este concepto desde un punto de vista estrictamente astrológico? ¿Es cierto que estamos en la transición de la Era de Piscis a la Era de Acuario y, si es así, qué significa esto? La verdad es que hay muy buenas razones para cuestionar la existencia de estas supuestas eras en términos de claves para la interpretación de la Historia. Independientemente de los desacuerdos acerca de si estamos ya en la Era de Acuario o todavía estamos en la de Piscis, lo cierto es que la realidad de cualquiera de estas eras es problemática; es decir, puede muy bien ser ficticia o un simple producto de la fantasía sin fundamento racional ni empírico.
No voy a negar de plano la posibilidad de que realmente tengan razón quienes defienden la existencia de estas eras y sus repercusiones en el comportamiento de los seres humanos a lo largo de amplios periodos. Admito que es posible describir un marco de referencia astronómico-astrológico que haría buenas sus pretensiones. Pero, al mismo tiempo, considero que la aceptación de la validez de semejante marco no es de obligado cumplimiento, sino que, al contrario, tiene muy pocas probabilidades de corresponderse con la realidad de los hechos. Empecemos, pues, por detallar la única situación posible que daría razón a los partidarios de la existencia de estas eras.
Los dos zodiacos
El Ecuador Celeste es la proyección del Ecuador terrestre sobre la bóveda celeste; se trata de un círculo máximo de la esfera celeste situado en el mismo plano que el Ecuador terrestre. La Eclíptica es otro círculo máximo de la bóveda celeste, formado por la órbita anual aparente del Sol en torno a la Tierra. Ambos círculos son concéntricos, pero el plano de la Eclíptica se halla inclinado 23º 27' respecto del plano del Ecuador. Por esta razón, los dos círculos sólo se tocan en dos puntos: el punto vernal y el punto otoñal. Se denominan así porque se corresponden con los lugares ocupados por el Sol en los equinoccios de la primavera y del otoño septentrionales.
Alrededor del siglo V a.C. se definió el zodíaco tropical en Babilonia. En el siglo II a.C. Hiparco fijó en el punto vernal el origen de este zodíaco ajustado al ritmo de las estaciones. Se dividió la eclíptica en doce partes iguales correspondientes a los meses y, aproximadamente, a las lunaciones sinódicas que caben en un año. Estos segmentos eclípticos eran todos de 30 grados de arco y cada uno de ellos constituyó un signo del zodíaco tropical. Al zodíaco tropical se le denomina a veces "zodíaco intelectual", porque sus signos no se corresponden aparentemente con nada tangible o visible. No pueden fotografiarse, a diferencia de lo que ocurre con las constelaciones. Esto no significa que estos signos del zodíaco tropical tengan una naturaleza meramente simbólica, porque si así fuera no tendrían ninguna vinculación necesaria con los ritmos astronómicos que sirven para definirlos. Los signos se derivan, en realidad, del movimiento de la Tierra en relación al Sol, que es el centro del sistema del cuál forma parte, y representan dimensiones internas de este sistema solar. Vistos desde la Tierra, son etapas del camino que el Sol recorre cada año alrededor de la esfera celeste. Para la Astrología, que busca el sentido espiritual de los elementos del Cosmos, considerado a menudo como un ser viviente, cada signo del zodíaco representa un precipitado arquetípico de posibilidades de manifestación a nivel de experiencia y significado.
Antes de la creación o descubrimiento del zodíaco tropical se utilizaban las estrellas fijas como referencia para definir las posiciones de los planetas o astros errantes. Todos los planetas se mueven dentro de una franja relativamente estrecha situada a ambos lados de la eclíptica y denominada, a veces, "banda zodiacal". A la serie de las constelaciones situadas en en esta banda se la conoce como "Zodíaco Sideral". Aunque los nombres de las constelaciones y los nombres de los signos del zodíaco tropical son los mismos, no deben confundirse estos dos zodíacos, porque ni describen lo mismo ni su posición en el cielo es la misma. La situación relativa de ambos zodíacos, tropical y sideral, en el 419 a.C (documento VAT 4929, donde son mencionados por primera vez los doce signos en su forma actual) se muestra en el gráfico adjunto:
En el esquema original, los nombres de los signos del zodíaco tropical no eran los mismos que los de las constelaciones, sino que ostentaban los nombres de los meses del año en lengua sumeria. Cuando el sistema de división armónica de la eclíptica en doce segmentos iguales de 30 grados cada uno se adoptó en Grecia, un par de siglos más tarde, a los griegos les resultó más fácil referirse a esos signos por el nombre de las constelaciones que en ese momento ocupaban más o menos el mismo espacio que ellos, en lugar de usar nombres de una lengua extraña. Esto facilitaba, además, la localización visual de los planetas en los signos tropicales del cielo nocturno, por el intermedio de las constelaciones. De esta forma, el primer signo de la primavera septentrional pasó a ser el signo de Aries, no porque la naturaleza de este primer signo tuviera nada en común con la naturaleza de la constelación de Aries, sino sólo por el accidente histórico de que en ese momento (hacia el siglo III ó II a.C) era esa constelación la que estaba alineada con ese signo. Pero usar el mismo nombre para dos cosas diferentes acabaría provocando una enorme confusión. Cuando los hindúes importaron de Grecia el zodíaco tropical con los nombres de las constelaciones adheridos ya a ellos creyeron que la relación espacial entre signos y constelaciones era fija y definitiva, de modo que los fundieron como si se tratara de una realidad única y desde entonces continúan usando la accidental posición relativa de los dos zodiacos en la época de Hiparco como si se tratara de una relación esencial.
Obsérvese que si hubiésemos definido el zodíaco tropical por primera vez en el actual siglo XXI diríamos, con razón, que el primer signo del zodíaco (el que va del 21 de marzo al 20 de abril) es el de Piscis. Es decir, le habríamos dado ese nombre, porque esa es la constelación que puede verse ahora en la franja que le corresponde al primer signo de la primavera septentrional. Pero después de darle ese nombre, Piscis, hubiéramos descrito a los nativos de este primer signo como arriesgados, dinámicos, pioneros, líderes, aguerridos, etc. porque estas son las características más destacadas que se observan realmente en la mayor parte de ellos. Y si hubiéramos querido idear algún truco nemotécnico para asociar el símbolo del pez con la naturaleza un tanto belicosa atribuida a este primer signo, sólo hubiéramos tenido que pensar que la vida bajo el mar es realmente una guerra de todos contra todos, donde el pez grande se come al chico, etc.
Lo que quiero decir con todo esto es que de la coincidencia de nombres entre los signos del zodíaco tropical y las constelaciones no se sigue en absoluto que necesariamente haya también una coincidencia de naturaleza (en términos de influencias astrales) entre los unos y las otras.
La precesión de los equinoccios y su relación con las eras astrológicas
Entre los zodíacos sideral y tropical existe una relación dinámica consistente en que éste último se desplaza en relación al primero a razón de aproximadamente 1 grado cada 72 años en dirección horaria. Este fenómeno, conocido como precesión de los equinoccios es consecuencia de un movimiento de cabeceo del eje de la Tierra, que provoca que el punto vernal retroceda regularmente sobre el fondo de las estrellas fijas hasta completar una vuelta en un plazo superior a los 25000 años, que se conoce también con el nombre de "Año Platónico" o "Gran Año".
Se ha repetido hasta la saciedad, especialmente por parte de los cientifistas escépticos movidos por la intención de desacreditar a la Astrología, que los zodíacos tropical y sideral coincidían hace unos dos mil años, pero que desde entonces se ha producido un desfase entre ambos zodíacos que asciende ya a un signo completo. Se pretende que los astrólogos contemporáneos ignoran la existencia de la precesión y por eso utilizan unos signos que "ya no están en su sitio" y no les corresponden ya las carácterísticas que tenían hace dos mil años. En realidad esta es una manera muy extraña de atacar a la astrología, porque un argumento como éste sólo puede basarse en la suposición de que el "verdadero zodíaco" es el sideral y, por consiguiente, tendría que haber una astrología verdadera, aunque muy pocos la practicaran ya en nuestro mundo occidental.
En parte como consecuencia de estas críticas y también por otras razones, como los trabajos de Cyril Fagan y la importación de la astrología védica, se ha constituido en occidente un movimiento astrológico denominado Sideralismo. Los sideralistas no confían en la eficacia del zodíaco tropical, y "regresan al zodíaco de las estrellas", al que consideran el único legítimo. Posicionándose abiertamente contra los sideralistas, otro grupo más numeroso de astrólogos se declara tropicalista; éstos confían tan sólo en la eficacia del zodiaco tropical y aseguran que la asignación de los significados más esenciales atribuídos a los signos fue posterior a la definición del zodíaco tropical, realizada, como dice Patrice Guinard "muy tardiamente, en los medios herméticos greco-egipcios de los primeros siglos antes de la era cristiana, en una época donde precisamente los signos y las constelaciones coincidían". Finalmente, otro grupo de astrólogos mantiene al respecto una actitud sincretista, que considera válidos ambos zodíacos, cada uno en una esfera de manifestación diferente y a una escala distinta.
Obsérvese que si la definición del zodíaco tropical se hubiera efectuado en nuestro siglo, asignando, como dijimos más arriba, el nombre de Piscis al primer signo de la primavera septentrional y del Zodíaco, dentro de dos mil años se diría que en el siglo XXI coincidieron los signos con las constelaciones (y no al comienzo de la era cristiana, como se dice ahora). Este concepto de coincidencia es, pues, puramente relativo y se refiere sola y exclusivamente a una coincidencia de nombres. No hay que ver detrás de ella ni un fenómeno astronómico real ni tampoco una excepcional condición astrológica que quepa utilizar para legitimar posiciones ideológicas, como han hecho, por ejemplo, algunos astrólogos cristianos al tratar de hacer coincidir la aparición histórica de la figura de Jesús de Nazaret con el perfecto ensamblaje de los zodíacos sideral y tropical, que se daría sólo una vez cada cerca de 26000 años.
Se comprenderá enseguida que si no se acepta la validez del zodíaco sideral no tiene sentido alguno admitir que la actual "Era de Piscis" sea algo más que una mera etiqueta sin significado propiamente astrológico. ¿Por qué se dice que actualmente (2009) estamos en la Era de Piscis? Porque el punto vernal septentrional se halla situado ahora delante de la constelación de Piscis. Hasta aquí todo bien, estamos de acuerdo. Si queremos llamar "Era de Piscis" al periodo durante el cual el punto vernal se desplaza por delante de esta constelación, entonces no cabe duda de que estamos en la Era de Piscis. Pero si se pretende que estar en la Era de Piscis significa vivir un periodo histórico caracterizado por los rasgos típicos del signo tropical de Piscis, entonces es que estamos atribuyendo a la constelación de Piscis la misma naturaleza que al signo (al estilo de los sincretistas) o, yendo aún más lejos, podemos estar reservando únicamente a la constelación el derecho a ostentar tales rasgos (al estilo de los sideralistas). De esta forma, resulta evidente que el destino de las eras astrológicas debe correr la misma suerte que el zodíaco sideral. Quien rechace el zodíaco sideral debe abjurar de las eras astrológicas. Quien acepte las eras astrológicas debe incorporar -si no lo ha hecho ya- el zodíaco sideral a su trabajo astrológico habitual. Porque, como observa Guinard, es incongruente utilizar el zodiaco tropical para el análisis de los temas natales y recurrir a las eras (cuya base es sideralista) "para las manifestaciones históricas y culturales, como si no fueran los mismos operadores quienes rigiesen los fenómenos individuales y colectivos".
Ahora bien, ¿de qué zodíaco sideral estamos hablando? Porque hay un sólo zodíaco tropical, pero hay muchos zodíacos siderales. Esta multiplicidad de zodíacos siderales obedece a dos motivos. El primero es la enorme dificultad que supone decidir donde está exactamente el comienzo de este zodíaco, ya que aquí no contamos con ninguna intersección de círculos, análoga a la de la eclíptica con el ecuador. Este comienzo del zodíaco sideral, denominado Ayanamsa por los hindúes, es situado en lugares diferentes por distintos astrólogos y escuelas de manera completamente arbitraria. En segundo lugar está el problema de si debemos identificar los signos con las constelaciones en toda su extensión, lo cual da lugar a signos de muy diferentes tamaños, o si, por el contrario, hemos de definir sectores iguales de 30 grados contados desde el Ayanamsa. Si no nos importa usar signos siderales de distintos tamaños, con tal de que se ajusten a los límites de las constelaciones, se nos presenta entonces el problema de cómo definir estos límites. Porque hay lugares en los que dos constelaciones se solapan; esto ocurre, por ejemplo, con las constelaciones de Acuario y Piscis. ¿Habrá entonces una era mixta de "Piscis-Acuario" antes de la definitiva instauración de la "Era de Acuario" pura? Según algunos, por cierto, como observa Guinard, la Era de Acuario comenzó hace ya tiempo; Cheiro sitúa su comienzo nada menos que en 1762, David Williams en 1844, Helena Blavatsky en 1897, John Sturgess y Christian-Heinrich Meier-Parm en 1962, Carl Jung en 1997. Otros, más prudentes, la posponen hasta 2059 (Dane Rudhyard), 2137 (Daniel Ruzo), 2160 (Paul Le Cour y Charles Carter), 2369 (Cyril Fagan), 2481 ó 2647 (Sepharial) y 2813 (Robert Hand). Estas discrepancias de más de un millar de años dan una idea bastante clara de la ligereza con que se maneja el concepto de las eras astrológicas. Por no mencionar que habría que hacer sitio a la constelación de Ofiuco y su era correspondiente. Pero más urgente que todo esto es explicar por qué razón hay que tomarse tan en serio las constelaciones que, a fin de cuentas, ni forman parte de nuestro sistema solar ni menos todavía constituyen cada una de ellas un verdadero sistema natural. Las estrellas que caprichosamente agrupamos en una constelación no gravitan las unas en torno a las otras ni sobre un centro común a todas ellas y sólo a ellas, no se encuentran a distancias similares de la Tierra ni entre ellas, algunas pertenecen de hecho a sistemas diferentes; tampoco sus configuraciones son estables, sino que van modificando sus posiciones y apariencia en dilatados lapsos de tiempo y, además, incluimos segmentos arbitrarios de espacio vacío en el interior y a ambos lados de cada constelación. En suma, una constelación no es un objeto natural, aunque sí lo sea cada una de las estrellas que la componen o, más bien, que asociamos artificialmente. Pero también es cierto, aunque cueste entenderlo, que son muy pocos los sideralistas que de verdad se preocupan por las constelaciones. La mayoría de ellos usa un zodíaco sideral de signos iguales, que viene a ser una especie de zodíaco tropical crucificado en las estrellas; es decir, mantienen al zodíaco tropical indefinidamente adherido a la posición que tenía respecto de las constelaciones alrededor de la época en que se supone que fue establecido, y es a ese zodíaco tropical enquistado en las estrellas a lo que ellos llaman "zodíaco sideral".
Puesto que las constelaciones no son objetos naturales y los signos iguales siderales son tan puramente matemáticos como los tropicales resulta que el zodíaco sideral no tiene ninguna ventaja real sobre el zodíaco trópico, salvo, quizás, la de no verse afectado por la precesión de los equinoccios. Aunque, bien mirado, la precesión de los equinoccios no afecta tampoco al zodíaco tropical, ya que éste no experimenta ningún tipo de desfase interno, pues viaja todo él completo conservando las relaciones naturales entre sus partes. El zodíaco tropical dispone, sin embargo, de un método preciso para definir su punto de origen, que puede estar relacionado con campos de fuerza generados en el plano ecuatorial por el movimiento de rotación de la Tierra. La irrupción del Sol en esos campos al tiempo de los equinoccios podría generar vibraciones ondulatorias que sumarían picos en las cúspides de los signos. ¿Pero qué podría generar un zodíaco sideral? ¿Por qué un punto cualquiera de la bóveda celeste envolvente habría de ser considerado su origen mejor que otro punto cualquiera?
No sólo es más que dudosa la existencia de cualquier tipo de zodíaco sideral, sino que, incluso si lo hubiera, no tendría por qué comenzar precisamente en la constelación de Aries. Ya hemos visto que la constelación de Aries no es el comienzo natural del zodíaco, sino únicamente la que casualmente estaba por ahí, por las inmediaciones del punto vernal, cuando se definió el zodíaco tropical. Podría haber estado cualquier otra. De hecho, antes de la introducción del zodíaco tropical, se hacía comenzar el zodíaco sideral en la estrella Aldebarán de la constelación de Tauro.
En resumen, para que se pueda afirmar que vivimos una Era de Piscis en el sentido de que en los últimos dos mil años los rasgos piscianos (compasión, sensibilidad, mística, entrega, etc) se han manifestado de forma más intensa que en otros periodos de la historia y que, además, estos rasgos han prevalecido sobre los típicos de los otros signos, es preciso admitir uno de estos dos postulados:
1) Que existe un zodíaco sideral astrológicamente eficaz, que es, además, el único zodíaco verdadero o válido y es el que realmente se ha descrito cuando se creyó estar describiendo el zodíaco tropical, debido a la temporal coincidencia de ubicaciones.
2) Que hay dos zodíacos válidos y activos simultáneamente y que la coincidencia de nombres entre los signos del zodíaco tropical y los del zodíaco sideral o las constelaciones no es casual o fortuita, fruto de un accidente histórico, sino que responde a una coincidencia real de naturaleza entre cada signo de un zodíaco y su homónimo del otro.
Además de uno de estos dos postulados, hay que admitir también la existencia de un elemento común en todas las cartas natales surgidas durante una misma era. Ese elemento no podría ser otro que el punto vernal, enclavado en el mismo signo sideral que da nombre a la era. Por cierto, como han señalado algunos autores, la Era de Piscis sería más bien la Era de Piscis-Virgo, y la Era de Acuario sería más bien la Era de Acuario-Leo, ya que cuando el punto vernal está en una constelación el punto otoñal suele estar en la opuesta. Esto sólo es necesariamente cierto si se utiliza un zodíaco sideral de signos iguales. Si nos atenemos a las constelaciones, en ciertos momentos se estaría, por ejemplo, en eras tales como las de Capricornio-Leo o Tauro-Ofiuco.
Si no se aceptan estos postulados, las eras quedan en entredicho. Por otra parte, el aceptarlos o no es una cuestión de fe o de preferencias, ya que no hay ninguna razón definitiva que los avale. Invocar en apoyo del sideralismo las viejas tradiciones de la astrología hindú (por lo demás, no más antiguas que la astrología helenística de la cual se nutrieron ampliamente) no resulta un recurso muy sólido, pues, como hemos dicho, hay tantos zodíacos siderales en la India como escuelas. Aducir que las revoluciones solares, lunares y planetarias siderales son eficaces no significa, en realidad, que exista ningún zodíaco sideral. Significa únicamente que existen ciclos siderales. Una revolución solar tropical, por ejemplo, se levanta cuando en el cielo se reproduce el mismo ángulo que el punto vernal y el Sol mantenían entre sí en el nacimiento. Una revolución solar sideral se calcula para el momento en que en el cielo se reproduce el mismo ángulo que mantenían entre sí el Sol y el Centro Galáctico o cualquiera de las estrellas fijas del cinturón zodiacal, lo cual no implica que exista ningún zodíaco sideral astrológicamente operativo. Además, el supuesto zodíaco sideral carece de una ubicación definida en el espacio, no sólo porque ni su comienzo ni los límites entre las constelaciones pueden establecerse con claridad, sino porque tampoco tiene un radio. ¿A qué distancia de la Tierra está el zodiaco sideral? ¿A los 60 años luz que nos separan de Aldebarán, en la constelación de Tauro? ¿O a los 6000 años luz que nos separan de la nebulosa de Grabe, en la misma constelación? (Guinard). Si se pretendiera que la radiación luminosa procedente de estas constelaciones es la causa o el vehículo natural de su influjo sobre la Tierra, resultaría que una parte de esa radiación alcanzaría nuestro planeta con 6000 años de retraso (nada menos que tres eras completas de desfase) respecto del momento en que el punto vernal apunta en su misma dirección. El zodíaco tropical, por el contrario, tiene un radio definido: 1 UA (unidad astronómica de distancia), es decir, el radio de la órbita de la Tierra.
En cuanto al segundo postulado, supongamos que existieran realmente dos zodíacos operativos, uno tropical y otro sideral, con doce signos cada uno que representan la misma docena de arquetipos básicos distribuída según la misma secuencia. De ser así, la probabilidad de que en el momento histórico en que se formulan los límites del zodíaco tropical se diera la increíble casualidad de que el otro zodíaco estuviera situado de tal forma que coincidiera exactamente con esos límites es realmente muy remota. Recordemos que la coincidencia de nombres no significa realmente nada. Es más, un zodíaco sideral de signos iguales tampoco coincide con las constelaciones, aunque use sus mismos nombres. Si, por ejemplo, el signo 5 de ese supuesto zodiaco sideral estuviera situado a la altura del signo 1 del zodíaco tropical, en el momento de la constitución de este último, entonces muy probablemente habríamos bautizado al signo 1 del zodiaco tropical con el mismo nombre de la constelación situada a la altura del signo 5 del zodíaco sideral. Eso produciría la ilusión de una coincidencia (1 a 1), cuando en realidad no la habría (sería 1 a 5).
Es más simple sostener, como hacen los sideralistas, que sólo existe un zodíaco válido: el zodíaco sideral. Pero en este caso ¿cuáles serían las características de la Era de Acuario? Es de suponer que aproximadamente las mismas que las de los nacidos en el signo sideral de Acuario, la mayor parte de los cuales son Piscis en el zodiaco tropical. ¿Quiere esto decir que, puesto que los piscianos tropicales serían en realidad acuarianos siderales, las características que observamos en los piscianos tropicales corresponden en realidad a Acuario y serán las que se desarrollarán de modo predominante en los dos próximos milenios? En caso afirmativo, traduciendo la cosa a los conceptos con los que nos manejamos mayoritariamente en occidente, resulta que la que se nos viene encima es, a efectos prácticos, una auténtica Era de Piscis.
Por otra parte ¿por qué razón debe ser tan importante para un sideralista la posición del punto vernal? Se dirá que porque también el zodiaco sideral se corta con el ecuador en ese mismo punto. Bien, esto es cierto solamente si usamos un zodíaco sideral de signos iguales, el cual, como hemos mostrado más arriba, no es otra cosa que la piel muerta que el zodíaco tropical dejó atrás (atrapada por la inercia de los conservadores) antes de continuar su marcha viva al ritmo de la precesión. Porque si pretendemos basarnos en las constelaciones, éstas cortan el ecuador por todas partes y entonces la posición del punto vernal no significa realmente nada. No puede defenderse la existencia de un zodíaco sideral como sistema autónomo, ya que lo único que le da consistencia, lo único que sirve para seleccionar constelaciones y engarzarlas en un rosario contínuo, es un elemento totalmente ajeno a las constelaciones, como es la eclíptica. De no ser por ella, todas las constelaciones (no sólamente las de la banda zodíacal) deberían ser tenidas en cuenta. Este suntuoso zodíaco sideral vive, pues, a expensas de la minúscula danza que bailan el Sol y la Tierra en un diminuto punto de una esquina de nuestra galaxia. ¿No es más sencillo admitir que el verdadero zodíaco es realmente la misma eclíptica?
¿Y si el único zodíaco válido es el tropical? En ese caso resulta irrelevante la posición del punto vernal en relación a las estrellas fijas, puesto que no apunta ya a ninguna matriz de significados arquetípicos y, por consiguiente, las eras astrológicas se desvanecen en la nada. Nos quedamos sin Era de Piscis y sin Era de Acuario.
Pero no todo está perdido. Hay una alternativa que, utilizando únicamente el zodíaco tropical, permite redefinir esta cuestión de las eras astrológicas como doce fases de un Gran Año Platónico. El planteamiento que nos brinda esta salida lo he tomado de Bruno Huber, a pesar de que, precisamente porque Huber adopta la postura que más arriba he calificado de sincretista, acaba enredándose entre los dos zodíacos e incurriendo en incoherencias innecesarias.
Otro concepto de eras astrológicas
El Sol es el centro del sistema solar, pero, a su vez, este sistema forma parte de la Vía Láctea, la cual tiene su propio centro, el Centro Galáctico (en adelante CG). Aunque no se sabe muy bien cuál es la naturaleza física de este CG, si es un agregado de soles o de agujeros negros o simplemente un potente campo gravitatorio, en realidad poco importa. La cuestión es que es el punto en torno al cual gira nuestro sistema y nosotros con él, y que recientemente se ha logrado una definición muy precisa de su posición en el espacio, lo que nos permite integrarlo en un horóscopo como un elemento más. Bruno Huber compara al CG con el Sol, porque ambos son centros de sistemas, y sugiere interpretarlo como si se tratara de un Super-Sol. Para un sideralista, el CG se encuentra prácticamente inmóvil a finales de la constelación del Escorpión, por siglos. Para un tropicalista, sin embargo, el CG se mueve precisamente a la misma velocidad que el punto vernal respecto de las estrellas fijas, pero en dirección contraria; es decir, tiene un movimiento directo y no retrógrado, de aproximadamente un grado tropical cada 72 años. Con una velocidad semejante, según los datos que da Huber, resulta que todos los nacidos después del año 83 del primer siglo de nuestra era tenemos en nuestras cartas natales al CG en el signo tropical de Sagitario. Si realmente este CG tiene algún efecto astrológico apreciable, entonces ese elemento común a todas las natividades tiene que producir una línea de comportamiento convergente, unas manifestaciones culturales, históricas y morales acordes a la naturaleza del signo que compartimos más que suficientes para poder afirmar que estamos viviendo una Era de Sagitario, la cual se prolongará todavía hasta el año 2228. También en este caso, el fenómeno que sirve de base a la definición de las eras astrológicas es la precesión de los equinoccios, pero ahora no necesitamos para nada complicarnos la vida con un supuesto zodiaco sideral. Además, las eras astrológicas del CG son directas, no retrógradas. Por tanto, la era que se avecina, la que dará comienzo en el 2228, será la Era de Capricornio.
Bruno Huber, que es uno más de los que sucumbieron al hechizo de la coincidencia de nombres entre constelaciones y signos tropicales, intenta mantener simultáneamente su sistema de eras basadas en el movimiento del CG a través del zodíaco tropical y la validez de las eras derivadas de la constelación atravesada por el punto vernal. Así como ha comparado al CG con el Sol, compara también al punto vernal con el ascendente y pretende describir satisfactoriamente la era actual como una era con el Sol en Sagitario y el ascendente en Piscis. Pero esto es jugar a dos barajas, porque no es lícito confeccionar una carta tomando cada elemento de la misma de un sistema diferente. Si usamos el zodíaco sideral, entonces se puede decir que el ascendente (PV) está en Piscis, pero no se puede afirmar al mismo tiempo que el Sol (CG) está en Sagitario, porque en el zodiaco sideral el CG está en Escorpio. Si preferimos usar el zodiaco tropical, entonces sí podemos decir que el Sol (CG) está en Sagitario, pero no que el ascendente (PV) esté en Piscis, porque, por definición el punto vernal está siempre a 0º de Aries. Esto es hacer trampas y generar confusión. Si mezcláramos así las cosas en una carta natal normal, situando el ascendente según su posición en el zodíaco sideral y el Sol según su posición en el zodíaco tropical, el Sol quedaría en una casa diferente de la que realmente ocupa. Pero además, si esto fuera lícito ¿por qué no hacerlo al revés? ¿por qué no tomar el ascendente (PV) del zodiaco tropical y el Sol (CG) del zodiaco sideral? Sencillamente Huber no hace esto porque en tal caso resultaría que estaríamos siempre en una era de Escorpio-Aries. Pero para ser coherente con su sincretismo tendría que incluir a los cuatro signos en la misma era.
Hubiera sido más elegante prescindir del zodíaco sideral y, con él, de la contemporaneidad de la Era de Piscis o de Acuario, y esto es precisamente lo que vamos a hacer nosotros de aquí en adelante.
Si nuestra sospecha de la inexistencia de las eras siderales es correcta ¿significa eso que todos los análisis históricos que se han hecho apoyándose en ellas son meras fantasías? Puede que sí y puede que no. Desde luego, una buena parte de ellas deben serlo, no sólo porque los distintos autores se contradicen en sus argumentos y en sus fechas, sino también porque el zodíaco, con todos y cada uno de sus signos, es una realidad omnipresente en toda época y lugar. Resulta relativamente sencillo inspeccionar cualquier época histórica en busca de elementos que concuerden con los atributos de un signo determinado, porque en todas las épocas se manifiestan todos y cada uno de los signos. Esto es tanto más sencillo cuanto más dilatada sea la época. Entonces sólo tenemos que hacer acopio de cuantos datos refuercen nuestra idea preconcebida y mirar para otro lado cuando nos topemos con datos que no convienen a nuestra tesis. Si presentamos de golpe todos los elementos por ejemplo piscianos que hemos recolectado a partir de la historia de los últimos dos mil años produciremos un notable efecto en nuestra audiencia (siempre que no se trate de un público escéptico) que quedará admirada de lo claramente que se refleja en la historia la realidad de la era de Piscis. Esto es muy difícil de evitar cuando se investiga con una idea preconcebida. No estoy sugiriendo que ningún astrólogo haya tratado de engañar a la gente, sino más bien que es muy fácil que se hayan engañado a sí mismos. Tampoco es necesariamente malo investigar con una idea preconcebida, porque una idea preconcebida podría ser correcta. Es más, es imposible investigar sin alguna idea preconcebida acerca de lo que se pretende encontrar, porque estas ideas tienen que dirigir la búsqueda. La cuestión es tomar estas ideas como lo que realmente son, es decir, como hipótesis de trabajo y no como verdades definitivamente establecidas. Los astrólogos discuten entre sí si la Era de Acuario ha empezado ya o todavía estamos en la Era de Piscis, dando por sentado que tenemos que estar en una de las dos. Ya hemos dado bastantes argumentos para mostrar que muy bien puede ser que no estemos ni en la una ni en la otra. La existencia de las eras, sean siderales o galácticas, es hipotética. No es ni un hecho ni un dogma. Pero tenemos perfecto derecho a plantear hipótesis y tratar de contrastarlas con datos empíricos. Sin mayor pretensión que esa, consideraremos brevemente la hipótesis de que estamos viviendo en una Era de Sagitario junto con otra hipótesis auxiliar que mencionaré a continuación.
Rosa Solé, exponiendo la posición de Huber, observa que hay notables elementos de la realidad histórica de los últimos dos mil años que no encajan para nada con el arquetipo de Piscis y que, sin embargo, concuerdan perfectamente con el prototipo de Sagitario. Menciona las Cruzadas, la conquista de América y su "cristianización", llevada a cabo con unos modos bastante rudos, a pesar de presentarse como "salvadores", etc. Podríamos añadir la institucionalización de la Iglesia Católica Apostólica Romana y del Papado, autoridad infalible en cuestiones religiosas, imagen viva del dogmatismo paternalista que con frecuencia se le reprocha a ciertos nativos de Sagitario. O el surgimiento de las universidades, con sus cátedras y enseñanzas de ciencias o humanidades, casi siempre mezcladas con teología o religión. O los grandes descubrimientos geográficos, los viajes de Magallanes, la expansión territorial de España, un país de Sagitario, en toda la vastedad del planeta, cuando se decía que "en sus dominios no se ponía el Sol". O la aventura espacial (los viajes más largos de la Historia). O las gestas deportivas, seguidas por millones de personas.
Cada cuál debe juzgar por sí mismo el valor de estas asociaciones y calibrar si representan mejor o peor que otros signos la idiosincrasia de los dos últimos milenios. No me voy a detener, apenas, en análisis históricos, aunque mencionaré algunos datos sólo como ilustración de una última idea con la que terminaré mi exposición.
Boris Cristoff, basándose en las eras precesionales siderales, ha elaborado un esquema de división astrológica del tiempo que él mismo denomina "Tabla Periódica de la Historia". Pero no se ha limitado a recoger la idea de las eras, señalar sus límites en el tiempo y la congruencia (real o imaginaria) de los principales hechos históricos con los arquetipos astrológicos correspondientes, sino que ha procedido a dividir cada era en 12 partes iguales, o Sub-Eras y a cada una de éstas en otras 12 microeras. La base de la división es un zodíaco sideral de signos iguales. Esta compartimentación de cada uno de los 12 signos del zodíaco en 12 partes de 2º 30' cada una que se constituyen en 12 pequeños signos del zodíaco no es nueva. Hace mucho que la usan los hindúes con el nombre de dwadashamsa y Carter la adoptó como clave para una de sus medidas de direcciones simbólicas. En realidad no es otra cosa que el armónico 12 de cualquier carta. Dicho sea de paso, las configuraciones de aspectos entre planetas de una carta armónica, sea la 12 ó la 7 o cualquier otra, son exactamente las mismas tanto si usamos el zodíaco tropical como si usamos cualquier variante del zodiaco sideral. Esta podría ser la razón de que los hindúes obtengan información útil de sus cartas Septanmsa, Navamsa. Dwadasamsa, etc, a pesar de usar cada escuela un zodíaco diferente.
Observemos ahora la primera mitad de la figura siguiente, que representa el movimiento del punto vernal a través de las constelaciones o más bien de los signos iguales del zodíaco sideral, por efecto de la precesión de los equinoccios. Hemos dibujado, junto con cada signo, las 12 subdivisiones internas que aplican los hindúes al dwadasamsa y que usamos en occidente para el cálculo del armónico 12.
Dado que el desplazamiento del Punto Vernal es retrógrado, si queremos definir sub-eras partiendo de sub-divisiones de cada signo zodiacal, éstas tendrán que sucederse en el mismo orden que las eras. Por tanto, de acuerdo con la lógica sideralista, si a la Era de Aries le sucedió la Era de Piscis y después de ésta vendrá la Era de Acuario, entonces al entrar en una nueva era la primera sub-era tendrá que ser la de Piscis, la cual será seguida de la sub-era de Acuario y así sucesivamente en el orden inverso de los signos del zodíaco, como la figura anterior pone claramente de manifiesto.
Sin embargo Cristoff no obedece a esta lógica, sino que adjudica el signo de Aries a la primera sub-era de cada era, el de Tauro a la segunda, y así sucesivamente. Es decir, cae en la inconsistencia de mover las eras hacia atrás y las sub-eras hacia adelante. ¿Cómo es posible entonces que, siguiendo un procedimiento tan arbitrario e ilógico, haya podido encajar algún dato histórico dentro de sus esquemas? ¿Acaso cualquier división caprichosa y en cualquier dirección nos dará buenos resultados si tenemos la suficiente habilidad para manipular tendenciosamente la información? ¿O será tal vez que Boris ha tropezado -por casualidad, por una intuición afortunada o como resultado de muchas horas de trabajo- con un sistema al menos aproximadamente válido, pero por razones diferentes a las que él se imagina?
Véamos ahora la segunda parte de nuestra figura, que representa el desplazamiento del Centro Galáctico a través del Zodíaco Tropical por efecto de la precesión de los equinoccios. Se observará que, en este caso, tanto las eras como las sub-eras avanzan hacia adelante, en la misma dirección en que se mueve el Sol y los planetas por ese mismo zodíaco. Si tenemos en cuenta que el comienzo de la supuesta Era sideral de Piscis queda bastante cerca en el tiempo del comienzo de la era de Sagitario por el CG, no es de extrañar entonces que a Cristoff le cuadre por lo menos un porcentaje de los datos, porque las sub-eras de esta Era de Sagitario corren en el mismo orden y más o menos al mismo tiempo que las que él utiliza de manera tan extravagante.
Comparemos las cronologías propuestas por Bruno Huber para su era galáctica de Sagitario y por Boris Cristoff para su era sideral de Piscis, dividiendo ambas en doce partes iguales, con permiso de Huber, quien no menciona para nada las sub-eras. Cristoff asigna 2100 años a cada una de sus eras, mientras que Huber asegura que el CG emplea 2145,4 años en recorrer cada signo. Las sub-eras de Cristoff tendrán, por tanto, 175 años y las de Huber 178,783 años. Cristoff hace comenzar la Era de Piscis en el año 0, mientras que Huber da el año 83 como inicio de la Era de Sagitario. Entonces, entre el año 83 y el 175 estaremos en la sub-era de Aries por ambos sistemas; entre el 252 y el 350 los dos sistemas comparten la sub-era de Tauro. El resto de la información la damos en forma de tabla.
Los años indicados por Cristoff son producto de una estimación personal, mientras que los de Huber se derivan de una precisa medición física. A pesar de ello, creo que no debemos tomar los años de comienzo de las sub-eras de Sagitario como límites rígidos y exactos, sino tan sólo como una buena aproximación al momento de transición desde una sub-era hasta la siguiente. Pensemos que el disco del Sol, cuyo centro puede ser situado hasta el segundo de arco de precisión con cualquier buen programa de cálculos astrológicos, se extiende por medio grado de la eclíptica. Si el Sol está, por ejemplo, a 29º 55' de Tauro, entonces una parte de su disco está ya dentro de Géminis. Algo semejante puede suceder con el CG, por lo que su influencia podría adelantarse algunos años respecto de las fechas tabuladas.
Algunos datos que parecen encajar bien en el esquema de eras y sub-eras del CG son los siguientes:
Era de Escorpio, sub-era de Sagitario (-632 / -453). Surgimiento de la filosofía en Grecia con Tales de Mileto (-625 / -546) y el resto de los presocráticos, guiada por el deseo de descubrir las fuerzas ocultas o el principio subyacente (arjé) que gobierna la naturaleza.
Era de Escorpio, sub-era de Capricornio (-453 / -275). Reorientación de la filosofía hacia temas políticos con los sofistas, Sócrates, Platón ("La República) y Aristóteles ("Politeia").
Era de Escorpio, sub-era de Piscis (-96 / 83). Surgimiento del cristianismo con la figura de Jesús de Nazaret. Redención. Sacrificio humano. Entrega. Amor a los enemigos. La relación que tantos astrólogos han señalado del cristianismo (la religión del pez) con el signo de Piscis puede, por tanto, entenderse como fruto de esta sub-era de Piscis con la que termina la era de Escorpio y no como el acontecimiento que abre una era de Piscis. La temática cristiana encaja, de hecho, mejor con esta combinación Escorpio-Piscis que sólo con Piscis. La pasión, muerte y resurreción (regeneración), el radicalismo de Jesús ("el que no está conmigo está contra mí"), la renuncia a los bienes materiales (oposición a Tauro), la confrontación ("no he venido a traer la paz, sino a poner al padre contra el hijo y al hijo contra el padre"), las tentaciones, etc, son todos ellos temas más propios de Escorpio. Contemporáneo de Jesús de Nazaret (probablemente nacidos ambos el mismo año o con muy poca diferencia de edad) fue Séneca, el filósofo estoico que predicaba la conformidad con el destino y la resignación (valores piscianos) y que acabó sus días cortándose las venas por orden de Nerón.
Era de Sagitario, sub-era de Sagitario (1513 / 1692). En 1517 Lutero clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus 95 tesis, en las que atacaba la venta de indulgencias y esbozaba lo que sería su doctrina sobre la salvación sólo por la fe. Este documento se consideró el comienzo de la Reforma Protestante. En 1519 Zuinglio comienza su actividad como predicador luterano. Entre 1541 y 1564 Calvino convirtió la ciudad de Ginebra en una teocracia al servicio de su particular visión de la reforma protestante y condenó a muerte a Miguel Servet por sus discrepancias en ciertos dogmas de la doctrina cristiana. Por su parte, la Iglesia Católica reaccionó frente al protestantismo mediante lo que se llamó la Contrarreforma y el Concilio de Trento (1545-1562). En suma, en estos años se desarrolló una intensa actividad de regeneración religiosa, con el surgimiento de nuevas corrientes y movimientos que dividieron al cristianismo en numerosas facciones, cada una de las cuales pretendía interpretar más fielmente que los demás el mensaje evangélico y la voluntad de Dios. La religión, especialmente en su vertiente pública o institucional, es uno de los grandes temas vinculados al arquetipo de Sagitario. Otro de los grandes temas propios de este signo, los viajes largos, marca claramente su impronta en este mismo período, aunque se había iniciado ya a finales del período anterior con el descubrimiento de América (1492), en lo que se puede considerar una fase de transición desde la sub-era de Escorpio a la de Sagitario. En el mismo año en que Lutero proclamó sus tesis (1517) Fernando de Magallanes presenta a Carlos I de España un proyecto para abrir nuevas rutas a las islas de las Especias. Zarpa en 1520 y uno de sus barcos circunnavegaría el globo por primera vez en la Historia. Entretanto, prosiguen las conquistas en territorio americano, en África y en Asia, la intensa navegación, el proceso de evangelización de las tierras conquistadas, la expansión del imperio español, pais de Sagitario que alcanzó la cima de su poder durante esta era doblemente sagitariana.
Era de Sagitario, sub-era de Acuario (1871 / 2050). El mismo año de 1871 tuvo lugar la primera experiencia de la clase trabajadora en el poder, en lo que se conoció como la Comuna de París. En las décadas anteriores, Europa había sido convulsionada por numerosas revoluciones y se habían constituido la Primera y la Segunda Internacional. En 1917 estalló la revolución rusa. Se desarrollaron, por un lado, regímenes comunistas, y por otro democracias liberales en todo el mundo. Los inventos de todas clases se han sucedido en este periodo, transformando profundamente la economía, las costumbres y los modos de vida de la sociedad contemporánea. En 1876 se da a conocer el teléfono. En 1879 Edison inventa la bombilla eléctrica. Se produce la conquista del espacio aéreo por la aviación, que hace posible los vuelos transoceánicos entre distintos continentes (Sagitario/Acuario). La lista sería interminable. La constatación de estos profundos cambios sociales y tecnológicos es lo que ha llevado a distintos astrólogos a afirmar que la Era de Acuario ya era una realidad en el pasado siglo XX y aun antes. Pero el punto vernal está claramente todavía delante de la constelación de Piscis, de modo que para poder sostener algo así hay que adoptar un zodíaco sideral de signos iguales, independiente de las constelaciones, y girarlo los grados que necesitemos hasta hacer coincidir el límite del signo sideral de Acuario con la posición del punto vernal en el año que cada uno considere más idóneo para representar el comienzo de esa nueva era. Sin necesidad de tan aparatosas y rocambolescas hipótesis ad-hoc, podemos justificar la presencia de carácterísticas acuarianas en nuestra historia reciente simplemente haciendo notar que desde 1871 (o algunos años antes, por las razones expuestas más arriba sobre la extensión del CG) estamos viviendo la Sub-Era de Acuario de la Era de Sagitario.
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Si es correcta la hipótesis de que estamos viviendo en una Era de Sagitario, con sub-eras funcionales de casi 179 años cada una, y que las eras siderales en realidad no existen, entonces se sigue la curiosa consecuencia de que no sólamente no estamos a punto de abandonar la Era de Piscis para ingresar a una luminosa Era de Acuario, sino que, al contrario, nos acercamos al final de un periodo acuariano que será seguido por otro pisciano.
Para concluir con este punto, digamos que la existencia de las eras basadas en el desplazamiento del CG a través del zodíaco tropical podrá considerarse bien fundamentada, como es lógico, si se aceptan los dos siguientes postulados:
1) El zodíaco tropical es válido.
2) El CG es algo susceptible de ser integrado como un elemento más de una carta astral y de hacerse notar de conformidad con el signo que ocupa en el zodíaco trópical.
Además, para dar crédito a la efectividad de las sub-eras galácticas, debemos admitir también que la división de un signo del zodíaco en doce pequeñas partes iguales de 2,5 grados cada una, asimilables a los signos mayores del zodíaco, es un procedimiento legítimo y eficaz. Por supuesto, se puede admitir la primera parte (la que justifica las eras basadas en el CG) y rechazar, no obstante, la segunda (la división de las eras en sub-eras).
Volviendo a la Era de Acuario (Recapitulación y ampliación).
En relación con la tan extendida idea de que o bien nos encontramos ya instalados en una supuesta Era de Acuario o bien nos dirigimos hacia ella desde las postrimerias de la (igualmente supuesta) actual Era de Piscis, vamos a considerar lo más esencial del planteamiento que sobre esta cuestión cabe esperar de un sideralista, un sincretista y un tropicalista, sucesivamente.
Punto de vista sideralista. - El zodíaco sideral es el único zodíaco válido, verdadero o eficaz. El desplazamiento del Punto Vernal por delante de los signos del zodíaco sideral (tanto si los identificamos con las constelaciones como si no) determina la existencia de las eras astrológicas.
En principio, este planteamiento es simple y coherente, aunque, naturalmente está condicionado a la credibilidad del zodíaco sideral. Sin embargo, no todo está tan claro aquí. Hay algunas cuestiones que reclaman explicación. ¿Por qué el Punto Vernal es importante para los sideralistas?, ¿por qué al Punto Otoñal (que es el Punto Vernal en el hemisferio Sur) no se le concede la misma importancia?. Si el sideralista rechaza el zodíaco tropical por considerarlo intelectual o abstracto, el Punto Vernal, que es la base abstracta del zodíaco tropical, debería ser ignorado y, por tanto, las eras ya no tendrían sentido. ¿Cuál es el significado real de cada uno de los signos siderales?, ¿este significado es el mismo que los tropicalistas atribuyen a sus signos tropicales del mismo nombre o bien, puesto que los signos tropicales están desfasados respecto de los siderales, es otro diferente?
Punto de vista sincretista. - Tanto el zodíaco sideral como el zodíaco tropical son eficaces y útiles para la práctica astrológica. Algunos sincretistas (no todos) consideran que el zodíaco tropical es más apropiado para describir la personalidad y el destino de los individuos particulares, mientras que el zodíaco sideral, a través del fenómeno de las eras astrológicas, se aplica mejor a dilatados períodos de tiempo y al destino colectivo.
Esta postura es, de hecho, la más generalizada en Occidente, puesto que la gran mayoría de los astrólogos que dan por sentada la realidad de la Era de Acuario (actual o inminente) no hacen el menor uso del zodíaco sideral en su práctica astrológica habitual. Resulta bastante misterioso -como observa Guinard- que el destino de la colectividad esté gobernado por indicadores inactivos en la vida de los individuos que la componen y configuran con su comportamiento.
Al margen de esto, la cuestión más delicada a la que deben hacer frente los sincretistas es la de la relación que existe entre ambos zodíacos. ¿Tienen ambos básicamente la misma naturaleza o, por el contrario, cada uno de ellos es depositario de un conjunto diferente de significados arquetípicos? ¿Son los dos zodíacos igual de poderosos o uno de ellos es más determinante que el otro? ¿La coincidencia de nombres entre los signos de ambos zodíacos refleja una coincidencia real de tamaño, orden secuencial y significado o, por el contrario, se trata de un desafortunado accidente histórico que ha contribuído a enmascarar la verdadera posición relativa entre ambos zodíacos? ¿La atribución de los significados actualmente conocidos de los signos del zodíaco se realizó antes de que se definiera matemáticamente el zodíaco tropical (siglos V-II a.C), al mismo tiempo o después? ¿El hecho de que durante la mayor parte del tiempo en un mismo sector de la banda zodiacal convivan dos signos diferentes (uno tropical y otro sideral, como sucede, por ejemplo, ahora, con Aries tropical y Piscis sideral) supone la mezcla temporal de los significados de esos dos signos, de forma que ninguno de ellos pueda manifestarse en toda su pureza, o, por el contrario, existe algún mecanismo capaz de mantenerlos separados? ¿Cómo afecta la doble referencia zodiacal a los sistemas de dignidades planetarias? ¿Un Marte en Tauro tropical -que está, al mismo tiempo, en Aries sideral- está en domicilio, en exilio o ambas cosas a la vez?
Bruno Huber explica que la adopción de los nombres de las constelaciones para los signos del zodíaco tropical fue posterior a la definición matemática de este último. Dice Huber
"en ese momento, el primer mes (Nisannu) coincidía con la constelación de Aries y adoptaron el nombre de las constelaciones para las divisiones de 30º del zodíaco (...). A la vez, también adoptaron los significados que los sumerios habían dado a esas constelaciones.(...) Así pues, parece fundamentado que ambos zodíacos no tuvieran sólo el mismo nombre, sino también el mismo significado. Ya los sumerios consideraban que Aries (LU.CHUN.GA) era el primer signo del zodíaco y le atribuían el significado que conocemos. Y cuando, en la época de los babilonios, las constelaciones de estrellas fijas coincidieron con los correspondientes meses zodiacales, con mucha razón pudieron trasladar directamente los significados."
Ya hemos mencionado más arriba que, en opinión de Guinard, lo esencial del contenido semántico de los signos fue elaborado (y no trasladado, como dice Huber) en el tiempo en que las constelaciones y los signos coincidían. Pero si Huber estuviera en lo cierto al afirmar que se adoptaron para los signos tropicales significados que los sumerios habían adjudicado previamente a las constelaciones del mismo nombre, entonces su planteamiento resulta muy adecuado para justificar las pretensiones de los sideralistas, pero muy embarazoso para la posición sincrética que él mismo pretende representar. Ya que da a entender que los signos del zodíaco tropical eran simples cajones vacíos de significado que se usaron para guardar en ellos el significado de las constelaciones que en ese momento se hallaban más próximas a cada uno. De donde se deduce que si la decisión de referirse a los signos tropicales por el nombre de las constelaciones que en ese momento los acompañaban se hubiera producido históricamente dos mil años antes, el mismo signo tropical que ahora conocemos como "Aries" tendría el nombre y los significados de la constelación de Tauro, el actual signo tropical de "Tauro" hubiera tomado el nombre de "Géminis", y así sucesivamente. Lo que implicaría, a su vez, que los verdaderos portadores de significado serían los signos siderales o las constelaciones, tal como pretenden los sideralistas, de modo que el zodíaco tropical debería ser abandonado para recuperar "el zodíaco de las estrellas". En ese caso, no tendría ningún sentido afirmar que "en aquél tiempo coincidían los dos zodíacos", puesto que, en realidad, sólo habría uno. O, desde otro punto de vista, podría igualmente afirmarse que la coincidencia de los dos zodíacos tendría que darse necesariamente en cualquier momento histórico en que se hubiera decidido bautizar a los signos tropicales con los nombres de las constelaciones, estuvieran éstas donde estuvieran, precisamente porque el zodíaco tropical, al no tener ninguna naturaleza propia, tomaría prestada la del zodíaco sideral en la posición que éste tuviera. En términos de psicología dinámica, diríamos que el zodíaco tropical habría introyectado el zodíaco sideral. Pero entonces, la precesión de los equinoccios pondría fecha de caducidad al zodíaco tropical.
No es ésta, sin embargo, la posición de los sincretistas. Ellos pretenden que el zodíaco tropical tiene, de hecho, una naturaleza propia, independiente del zodíaco sideral y resistente a la precesión de los equinoccios. Que, además, la matriz arquetípica alojada en la secuencia zodiacal tropical es básicamente la misma que la que reside en el zodíaco sideral, que es también un zodíaco con una naturaleza propia e independiente del zodíaco tropical. Estas dos cosas podrían ser ciertas, pero no implican en absoluto un tercer supuesto que, equivocadamente, casi todo el mundo ha creído que estaba incluido en los dos anteriores, a saber: que la coincidencia de nombres entre signos tropicales y constelaciones conlleva una identidad de naturaleza y de posición relativa de cada signo dentro de su propio zodíaco. Es decir, que Aries tropical significa lo mismo que Aries sideral, Tauro tropical lo mismo que Tauro sideral, y así sucesivamente. Aunque realmente existieran los dos zodíacos y su naturaleza fuera básicamente la misma, esto no significa que tuvieran que estar necesariamente alineados en el momento histórico en que el zodíaco tropical importó los nombres de las constelaciones. Perfectamente pudiera darse el caso de que la verdadera naturaleza del signo tropical de Aries coincidiera, por ejemplo, con la verdadera naturaleza de la constelación del Escorpión, pero que hubiera recibido el nombre de "Aries" en lugar de "Escorpio" simplemente porque era la constelación de Aries y no la del Escorpión la que en la época de Hiparco se situaba como fondo del primer signo del zodíaco tropical. De hecho, de existir ambos zodíacos, es infinitamente mayor la probabilidad de que sus posiciones relativas no coincidieran en el momento de la definición del zodíaco tropical que la de que sí lo hicieran, ya que el número de posiciones relativas no coincidentes es mucho mayor que la del pequeño ramillete de posiciones coincidentes (aun admitiendo un cierto orbe o margen de variación en la precisión de la coincidencia). Y no solamente por un cálculo de probabilidades estadístico, sino también por otra razón. Observe la siguiente figura y trate de responder a estas preguntas: ¿Cuántas veces aparece el signo de Acuario en la primera fila de signos (fila A)? ¿Cuántas veces aparece la figura del arquero de Sagitario en la segunda fila de signos (fila B)? ¿Cuántas veces aparece el signo de Piscis en la tercera fila (fila C)? ¿Cuántas veces aparece el signo de Escorpio en la cuarta fila (fila D)? ¿Cuántas secuencias zodiacales puede usted distinguir en la fila C? ¿Y cuántas en la D?
Cada uno de los signos mencionados aparece dos veces en las filas A, B y D y una sola vez en la fila C. Las filas A y B se corresponden aproximadamente con la situación relativa que, según los sincretistas, tendrían los zodíacos sideral y tropical hacia el comienzo de las eras de Tauro y Aries respectivamente. La fila C representa la coincidencia de ambos zodíacos que supuestamente se habría dado hacia la época de Hiparco. La fila D representaría más o menos la situación actual.
Pues bien, aquí viene la pregunta decisiva ¿qué fila o filas nos permitirían sospechar la existencia simultánea de dos zodíacos? La respuesta es obvia ¡cualquiera, menos la C !! Sin embargo, los sincretistas pretenden convencernos de que fue precisamente durante la situación representada en C cuando se descubrió el zodíaco tropical. Ese sería el momento menos indicado de la historia para poder hacer un descubrimiento semejante, puesto que sería el único momento en que no estaría "visible" este segundo zodíaco (visible para la mente, se entiende, puesto que se trata de un "zodíaco intelectual"). Sería como descubrir un nuevo planeta en el preciso momento en que está siendo ocultado por la Luna.
La postura sincretista es, por tanto, la más insostenible de todas, por mucho que cuente con el apoyo de la mayor parte de los astrólogos occidentales de cierto renombre y de sus seguidores que han sucumbido ingenuamente al hechizo de una accidental coincidencia de nombres. Si el zodíaco tropical no fuera otra cosa que una réplica temporal pasiva del zodíaco sideral, los sincretistas estarían equivocados al afirmar que hay dos zodíacos operativos. Y si de verdad hay dos zodíacos operativos, pero sus posiciones por naturaleza no coincidían realmente en el momento del trasvase de los nombres de las constelaciones a los signos (que sería lo más probable), entonces es posible que estemos en alguna era, pero no podemos saber en cuál (es decir, no podemos saber sus características, sino a lo sumo su nombre, lo cual no significaría nada si los nombres se asignaron mal desde el principio).
Punto de vista tropicalista. - El zodíaco tropical es perfectamente válido, verdadero o eficaz, pero el zodíaco sideral no lo es. Al contrario de lo que suponen los sideralistas y los sincretistas, los significados fundamentales de los signos del zodíaco se establecieron originariamente en relación al zodíaco tropical y desde ahí fueron traspasados al zodíaco sideral. En términos psicodinámicos diríamos que el zodiaco tropical fue proyectado sobre el sideral, de tal modo que esta proyección fue la que provocó la apariencia o la ilusión de una coincidencia entre ambos zodíacos. La pervivencia de zodíacos siderales de signos iguales, que no se corresponden con el tamaño de las constelaciones sino con el de los signos tropicales, es una prueba más de que el zodíaco sideral no es más que una mala y desubicada copia del zodiaco tropical. Ciertamente, las referencias en textos antiguos a las características de los signos son muy escasas y muy vagas. Y aunque en un principio (al tiempo de la definición del zodíaco tropical) algunas interpretaciones relativas a las constelaciones pudieran haberse recogido y asimilado a los signos tropicales del mismo nombre, esto no quiere decir que esas interpretaciones se derivaran realmente de las constelaciones; porque si, desde algunos siglos antes, había ya un amplio espacio de "coincidencia", no es de extrañar que se atribuyera falsamente a las constelaciones lo que en realidad se derivaba de los signos tropicales que ocupaban la misma área.
Si hubiera hombres invisibles y uno de ellos me arrojara una piedra por la espalda yo me giraría y acusaría al primer hombre visible que encontrara detrás de mí de ser el autor de la agresión. De igual manera, puesto que los signos tropicales son "invisibles", es comprensible que su actividad haya sido atribuida falsamente a las constelaciones "visibles" situadas detrás de ellos. Los sideralistas intentan sacar tajada de esta diferencia, asegurando que el zodíaco sideral es un zodíaco "real", mientras que el zodíaco tropical es meramente "intelectual". Sin embargo, hay que recalcar que lo visible son las estrellas individuales, no las constelaciones y menos todavía los signos siderales iguales. Las constelaciones son producto de la actividad de la mente que enlaza artificialmente puntos luminosos realmente separados (a años-luz de distancia) mediante líneas imaginarias. De modo que el zodíaco sideral, sobre todo en su versión de signos iguales, es por lo menos tan intelectual como el otro. Y en cuanto al Ayanamsa, no es menos "invisible" que el Punto Vernal; no es un punto físico, ni siquiera "intelectual"; es, simplemente, un punto imaginario. Al menos el punto vernal está bien definido matemáticamente y no da lugar a controversias; además, se deriva de una realidad astronómica, física y palpable. Por otra parte, que el zodíaco tropical sea un zodíaco "intelectual" no significa que sea irreal o que exista únicamente en la mente del astrólogo. Significa que no es un zodíaco "sensible" sino un zodíaco "inteligible", es decir, una realidad inaccesible directamente para los sentidos pero accesible a la inteligencia. No vemos las ondas que nos permiten comunicarnos a través de un teléfono móvil o conectar el televisor mediante un mando a distancia, pero disponemos de una teoría física que nos permite comprender que deben estar ahí. Nadie ha visto nunca una partícula subatómica (ni siquiera con los más poderosos microscopios), sino sólo ciertos rastros que, a la luz de una teoría físico-química, nos permiten comprender que esas partículas deben haberlos producido. Las ondas y las micropartículas son objetos "intelectuales", pero no menos reales que las campanas o las mesas...o las estrellas.
Los tropicalistas pueden admitir la validez de las revoluciones siderales, porque éstas no implican que exista ningún zodíaco sideral, sino únicamente que existen ciclos siderales. También pueden admitir la eficacia de las estrellas fijas individuales, puesto que, precisamente porque cada una actúa de un modo diferente aunque se las incluya en la misma constelación, son una prueba de que las estrellas no actúan conjuntamente en forma de constelación o de signos siderales. Pero los tropicalistas no pueden admitir la existencia de las eras siderales derivadas del movimiento del punto vernal por precesión, ya que (si el zodíaco sideral no es operativo) éste no apunta realmente a ninguna matriz de significados arquetípicos análoga a la que se aloja en el zodíaco tropical. Sí pueden, sin embargo, admitir las eras basadas en el desplazamiento del Centro Galáctico a través del zodíaco tropical.
Todavía hay una cuarta postura, la de aquellos que no consideran válido ninguno de los dos zodíacos. Ni que decir tiene que para ellos no tienen sentido ni las eras precesionales siderales ni las eras tropicales del CG.
©Julián García Vara
16 abril 2009.
Sin palabras!!! excelente artículo, digno de ser leído varias veces!!!
ResponderEliminarGracias por compartirlo!!
un abrazo, Judith
Acabo de leer el artículo, quizás un poco tarde!!. Es excelente. Mis felicitaciones y agradecimiento por compartirlo.
ResponderEliminarMil disculpas por los años que me ha tomado llegar hasta este blog a pesar que solo me demoró 12 años interesarme en la Astrología y en la Cosmobiología, hace más de medio siglo de ello. Preguntaré entonces, con semejante retraso, la omisión sobre Serge Raynaud de la Ferriêre (1916-1962), ¿es fortuita o causal?... Por lo demás, ¡FELICITACIONES! interesante y muy bien escrito. Un artículo motivador. Saludos
ResponderEliminarSeria interesante desarrollar algo mas sobre la hipotesis griega, retomada por Jean-Charles Pichon en su libro "El Hombre y los Dioses" o en la 'idea' sicohistorica de Asimov, relacionada con los ciclos 'noosfericos' y considerando la 'astrologia' asi como las diferentes 'kabalas' como 'metodos para pensar analogicos'... Tan relacionados con los planetas y constelaciones como 'el Tiempo' con los relojes...!
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